domingo, 17 de enero de 2016

La comedia del arte

Para William Shakespeare, gran actor y director de teatro en tiempos de la renacentista Inglaterra isabelina, “La vida es como un cuento relatado por un idiota; un cuento lleno de palabrería y frenesí, que no tiene ningún sentido”. Una frase que adquiere connotaciones casi explícitas si se tiene en cuenta la hipótesis de que Shakespeare no haya sido en realidad el autor de las obras inmortales cuya dramaturgia se le adjudica (incluida esta frase), sino que quizás haya interpretado, como otro rol actoral, ese papel para hacer de testaferro del Conde de Oxford, quien por razones políticas no podía adjudicarse esos textos.

Lo cierto es que el arte siempre es una especie de “anomalía en la Matrix”, es una tenaz búsqueda de sentidos en una realidad que no siempre se atiene a las armoniosas pautas de belleza y simetrías, de copyright humano. Es un artificio hecho-a-mano en el que los humanos no necesariamente “imitan a Dios”, si se tiene en cuenta, como en la paradoja de Shakespeare-Conde de Oxford, que quizás sean los hombres quienes hayan “inventado a Dios” como su más perfecta obra de arte. Y a la perfección como su más inquietante relato de ficción.

Para la artista plástica y actriz Griselda Álvarez, el arte visual, parafraseando la famosa definición bélica de Von Clausewitz, es algo así como “la continuación del teatro por otros métodos”. En sus óleos sobre acrílico y en su más reciente serie “Hojas”, de dibujos resueltos con lápiz, Rötring y marcadores de colores sobre hojas de cuaderno, en una alquimia de sentidos sublime, transformando la sencilla materia de los juegos infantiles en imperecederas obras de arte, Álvarez desenmascara las almas de los personajes retratados, aunque parezca envolverlos en el vestuario y maquillaje de su aparente rol en esa comedia de la vida que creen interpretar.

Griselda refleja la tensión entre autonomía y destino inexorable de esos seres humanos de carne y hueso que muchas veces eligen creer que son marionetas de una tragedia griega en la que los dioses manipulan sus destinos. Y en sus dibujos puede percibirse la paradoja de que incluso esas tragedias griegas deterministas han sido concebidas por seres humanos con libre albedrío.

“Me gusta mirar, observar gente. Pinto gente. Siempre me interesaron las personas, sus miradas, gestos, sus sueños, anhelos, miedos. Descubrir sus secretos, eso que esconden a veces, y los vuelve únicos. Pintar gente es pintar retratos, me dijo un querido amigo crítico de arte, y abrió un mundo nuevo para mí”, dice la artista para definir su estilo tan reconocible en su humanidad y en el consecuente artificio que surge de esa condición.

Para ella, “Pintar un retrato es un proceso muy intenso de conocimiento mutuo con el modelo de la obra.  Es contar una historia. Hablar, desde la imagen del personaje de su tiempo, de su forma externa e interna y de sus emociones”.

Y sus dotes actorales resurgen desde sus manos, pinceles y lápices cuando, en ese proceso, elige “mostrarle al espectador y al modelo quién es a través de la mirada del artista. Transformar y transformarme en cada retrato, cambiar de punto de vista, mezclar, descubrir, jugar a ser otro mientras dura el proceso, personificar como en el escenario los actores”.

El secreto de sus ojos sale a la luz en cada obra de arte de Griselda Álvarez. Tanto el de las historias que sus personajes cuentan a través de las miradas, como en la “dramaturgia” inconsciente que esta extraordinaria artista concibe al reflejarlos a través de su propia mirada sobre ellos.
Un arte exquisito y a la vez dotado de una elegante rebeldía, que encuentra sentidos en esa imagen silenciosa de la esencia humana, que habla con los ojos para relatar historias sin vocinglería,aportando nuevas y deliciosas “anomalías de la Matrix”. 

miércoles, 13 de enero de 2016

Las curvas de la vida

La artista plástica colombiana Luisa Fernanda Penagos Vergara aporta una obra donde prima la sencillez, la belleza, el impacto de lo femenino. Las mujeres son su tema de “naturaleza viva”, en un estilo de arte tan impactante y conmovedor como de fácil apreciación y disfrute.


“He viajado buena parte de mi vida por distintas partes de Colombia e incluso estuve una semana en Buenos Aires-Argentina (en el 2013). Encuentro gran placer en conocer otros relieves, vagar por las calles de los pueblitos –si su clima es fresco, tanto mejor–, pero lo que más disfruto es caminar hacia las afueras, donde ya no hay mucha gente, donde los sonidos del agua, los pájaros, el viento zarandeando las ramas de los árboles y las conversaciones entre grillos y cigarras me llevan a otras épocas y otros paisajes donde fui, sin saberlo, feliz”, cuenta Luisa Fernanda Penagos Vergara, joven artista plástica colombiana (39 años), dotada de un impactante talento plasmado en su estilo muy personal y a la vez universal, una especie de “pop-mágico”, donde los colores estridentes, el arte digital, y las formas modernas, casi de comic o animé, conservan un acento caribeño y latinoamericano, como si se tratara de viñetas de Macondo, la aldea surrealista soñada por su compatriota García Márquez.
Ella vive en Villavicencio, a la que define, por contraste, como “una ciudad caliente, desordenada, insegura, ruidosa, no hay sitios donde pueda sentirme a gusto, a excepción de la guarida donde me refugio del afuera amenazante y ensordecedor. Villavicencio nació como un caserío donde pernoctaban ganaderos y comerciantes y todavía es paso obligado desde el centro del país hacia los llanos. Queda en el piedemonte, zona donde los Andes Orientales se metamorfosean en llanuras; no es una cosa ni la otra y creo que esta circunstancia justifica su ambigüedad: no es pueblo y no es ciudad, no es invivible pero tampoco agradable, hace calor pero no ventea, el clima es húmedo  y a veces infernal, la gente no se siente llanera ni del interior. Villavo –como se la conoce comúnmente– es una ciudad donde vive gente de todas partes del país, quizás tiene más forasteros que Villavicences.  Está a dos horas teóricas de Bogotá, la grande y caótica capital, lo cual tarde o temprano la convertirá en un barrio más de esa urbe monstruosa y voraz”, profetiza.
“Lo primero que recuerdo de mi acercamiento a la expresión plástica tiene que ver con el dibujo. Desde muy pequeña me gustaban las tareas donde había que transferir las ilustraciones de las cartillas al cuaderno. Disfrutaba echar colores, hacer mapas y crear cortas historietas en hojitas cuadriculadas. Al mismo tiempo, era una enamorada de la arcilla –más que de la plastilina, la cual estaba casi fuera de alcance por su escasez, mientras que la noble greda la encontraba pasando la calle–; armaba vajillas en arcilla e intentaba cocinarlas al sol o en el fogón de la estufa, hacía figuritas animales y humanas, me pintaba la cara y los brazos con arcillas de diferentes colores: blancas, grises, rojas, castañas, amarillas, las cuales nacían a la orilla de un pequeño riachuelo. Más adelante, en la secundaria, tuve la oportunidad de aprender sobre conceptos y técnicas básicas de arte: dibujo, círculo cromático, pintura, manejo de sombras, perspectiva, modelado, talla y escultura”, recuerda aquella inocencia.
“Los conocimientos y experiencias adquiridos durante la carrera de Diseño Industrial me han sido muy útiles para probar diferentes conceptos y aplicarlos al dibujo. Si bien mi trabajo no es muy apegado a la teoría, es innegable que el ojo desarrolla en el diseño de objetos ciertas tendencias y aptitudes. Algunos principios de composición y conceptos de diseño los tengo en cuenta al estudiar las fotografías sobre las cuales hago los dibujos, aunque ya entrando en líneas olvido muchas cosas que sería quizás importante considerar. Desarrollé algunos trabajos con planos, exploraciones previas al ingreso al color, con el cual todavía soy bastante tímida. Tal vez por el manejo de software gráfico, necesario en diseño, me siento más cómoda editando y agregando planos de colores sobre dibujos vectorizados. De esto han surgido algunas ilustraciones digitales hechas de manera bastante artesanal, también un par de vídeos musicales que pueden encontrar en youtube”.
El genial arquitecto brasileño Niermayer, decía que la perfección estaba en las curvas y no en las rectas, porque las curvas recordaban los morros de Río de Janeiro y las formas de las cariocas. Penagos Vergara investiga lo curvo, lo femenino, como una aproximación a lo vital: “El universo femenino predomina en mis trabajos aunque su esencia es más bien el erotismo, entendido como la fuerza atrayente y misteriosa latente en las figuras desnudas (un amigo me preguntaba que si yo nunca pintaría naturalezas muertas, a lo cual contesté que acaso lo haría, pero aparecería por ahí alguna manzanita semidesnuda). El cuerpo de la mujer, su configuración, su cabello, sus redondeces, expresan más plenamente o de un modo más contundente esa atmósfera sensual y enigmática. Basado en este concepto edité y publiqué un libro –impreso por encargo en el año 2010, disponible en versión digital en http://lufepever.wix.com/lfpenagosart– llamado Cuerpo de Mujer, en el cual recopilé algunos de mis dibujos a tinta y otros en lápiz”.
“Siendo este universo femenino un espacio infinito en conceptos e imaginarios, he intentado plasmar diversas representaciones. Las más cotidianas: mujeres sentadas, acostadas, entronizadas, en posturas sugerentes, captadas mientras leen o escriben o simplemente pensativas. Ilustraciones sobre danza entre mujeres –algunas basadas en pasos de tango–; ilustraciones en ecolines –posteriormente digitalizadas y editadas– sobre momentos trascendentales para la mujer tales como el parto-nacimiento, el enamoramiento, el encuentro con la energía primordial que surge del contacto con la Naturaleza, la metamorfosis influenciada por la Luna. En planos de colores negro y/o rojo realicé los Portales, una serie de dibujos donde la mujer se encuentra en proceso de transición a un nuevo mundo, en búsqueda de nuevas posibilidades y de protección bajo el manto de la Gran Madre”, comenta.
Sobre la potencia de lo femenino, reflexiona: “Si bien el erotismo es un aspecto dulce y seductor asociado a la mujer, hay también en el cuerpo femenino una potencia que, sorprendentemente, lo hace demasiado vulnerable en una cultura construida sobre principios donde la tradición, la fuerza, la violencia en sus diversas expresiones y la agresividad priman en casi todos los aspectos de la vida, desde las cuestiones más prosaicas hasta las más significativas. Hago referencia a la capacidad de albergar un nuevo ser en su vientre y traerlo al mundo”.
“De esta temática del embarazo y el parto realicé una serie denominada Maternidades. Son tres dibujos en lápices de color y tinta china en los cuales se aborda la maternidad, no desde el punto de vista tradicional –como una bendición, una ventaja, un deseo femenino irreprimible–, sino como una experiencia traumática, dolorosa y esclavizante –tanto durante el embarazo, como durante el resto de la existencia a lo largo de la cual el hijo se convierte en un yugo, una pesada carga que difícilmente se podrá endosar a un tercero–, que no todas las mujeres desean vivir. Sobre el dudoso altar del instinto materno son sacrificadas y se sacrifican voluntariamente millones de mujeres, quienes nunca saben a ciencia cierta por qué o por quién asumen esta experiencia vital, la cual se considera de obligatorio cumplimiento por el simple hecho de ser mujer”.
Muerte taurina, o el “Guernica” del femicidio
Así como Picasso pintó en 1937 su “Guernica”, una obra desgarradora sobre el bombardeo de una aldea vasca por parte de la aviación franquista apoyada por la Luftwafe de Hitler durante la Guerra Civil española, Penagos Vergara concibió un potente ícono de denuncia hacia los abusos de género y la violencia en todas sus formas, que publicó en su cuenta de Twitter en coincidencia con las manifestaciones mundiales contra la violencia hacia la mujer.
“Muerte taurina” hace parte de una serie de dibujos que se refieren a las heridas que sufre la mujer, sea por sí misma o, más comúnmente, por causa de otros. Al igual que sucede con el toro durante las corridas –animal que acude a su cita con la muerte sin saberlo aunque quizás sospechándolo–, la mujer puede verse atrapada en espacios-situaciones en los cuales está expuesta a ser utilizada como juguete de entretenimiento masculino, a ser objeto de demostración del poder y la fuerza del hombre, a convertirse en trofeo o víctima propiciatoria. Como pasa con el noble animal, el cual es  instigado hasta la desesperación haciendo uso de los métodos más crueles para ponerlo en condiciones de ofrecer una buena faena, a la mujer también le son aplicadas diferentes formas de tortura –de forma abierta o solapada–para amoldarla y convertirla en un títere adecuado al espectáculo del machismo. La depresión, la irritabilidad, el nerviosismo, la locura: diferentes manifestaciones del mismo mal. Cuando una mujer ha sido despojada paulatinamente de su equilibrio interno mediante la repetición de palabras, gestos y/o actos que la limitan y  degradan por su condición de mujer, ésta puede mostrar comportamientos agresivos, desproporcionados o delirantes, los cuales se usan como justificación para la violencia masculina”, explica la autora.
“La mujer es moldeada con un rol socio-cultural anexo a su condición biológica: es mujer, por lo tanto debe ser, hacer y pensar de cierta manera, propia de su género. Si bien hay muchas mujeres que no se ciñen a estos prejuicios, lo logran con gran dificultad ya que la cotidianidad está plena de situaciones en las cuales se niega a la mujer: se le niega la palabra, la razón, el sentimiento, la acción, la autonomía, la decisión. En “Muerte taurina” hay una mujer enclaustrada en un apretado marco, un marco que determina su postura y que limita sus movimientos. Es el marco socio-cultural, a partir del cual se construye un entorno que mutila y una conciencia que juzga, critica y reprocha.  La mujer no debe hablar abiertamente sobre lo que le pasa o lo que siente o solo puede hacerlo en secreta reunión con otras mujeres, no debe expresar su pensamiento sobre lo que considera que está mal o que puede y debería ser cambiado. La mujer tiene que callarse y seguir actuando como si todo estuviera bien”, comenta.
Prosigue su reflexión: “Hay un modo correcto de ser mujer, según el cual la sumisión y la inseguridad acerca del propio valor y la propia capacidad deben configurar el criterio sobre el cual construir la vida. La mujer se desangra en aras de alcanzar el más alto grado de corrección –y por tanto de aprobación–, y desempeña su rol aunque lo odie, aunque no se identifique con éste, aunque le suponga una minusvalía frente a la fuerza y el poder masculino, el cual suele abusar de los privilegios que le ofrece este mismo marco socio-cultural. De modo semejante a lo que sucede con el toro de lidia, este abuso concluye en múltiples ocasiones con la tortura física y la muerte de la mujer”.Aunque es universal, Penagos Vergara encuentra particularidades regionales en el fenómeno: “En los países Latinoamericanos, la mayoría de mujeres a lo largo de varias generaciones, han sido adiestradas –tanto  al interior de la familia como en las instituciones educativas– para considerar adecuado y tolerar por parte de los hombres desde conductas acosadoras y agresivas hasta actos físicos violentos. Estos comportamientos misóginos pueden provenir de su padre, hermanos, parejas o hijos o de cualquier hombre con quien entre en relación, desde el conductor de bus hasta el jefe para el cual trabaja. En ocasiones son las mismas madres quienes inculcan a sus hijas que los hombres son superiores a ellas, que deben respetarlos aunque no lo merezcan, obedecerles aunque no tengan la razón y servirles de diferentes modos (lavarles la ropa, organizarles el cuarto, hacerles la comida, acceder a tener relaciones sexuales aunque estén indispuestas, etc.).En esto colabora mucho el catolicismo y el cristianismo de todas las especies, los cuales usan algunos versículos de la Biblia para justificar y patrocinar diversas formas de  machismo en el hombre y de sumisión en la mujer. Al mismo tiempo los hombres son educados desde temprana edad sobre la ventaja que tienen sobre las mujeres  y la manera de sacarle provecho. Sobre estos prejuicios se construyen las relaciones familiares, laborales, sociales y de pareja. De ahí que sea un fenómeno corriente el maltrato hacia la mujer y que el femicidio se presente como el desenlace obvio a una larga cadena de agresiones de todo tipo.“Muerte taurina” busca conjugar en una sencilla escena el estereotipo de la femineidad–con su encanto, su suavidad, sus atributos y accesorios–,y la manera dolorosa y brutal como experimenta  la mujer este ideal que le roba la voz, la voluntad, y la posibilidad de acción. 

La sonrisa posible




La artista plástica argentina María Del Mar Monty deslumbra al público europeo con sus collages en los que combina texturas abstractas con imágenes muy humanas y conmovedoras


“Creo que mi estilo creativo está íntimamente relacionado con la posibilidad de transformación, de mejorar.  El arte es eso, tomar la realidad y modificarla desde una creación donde la belleza a su vez logre conmover y transformar al espectador”, dice María Del Mar Monty, una consagrada artista plástica nacida hace 40 años en Pinamar, que desde hace varios años reside en el simétrico paisaje del elegante balneario de Brighton, al sur de Inglaterra. A los 12 años, comenzó a improvisar sus primeros collages en su casa emplazada en el centro de la aldea de mar, y esa reminiscencia de la mirada infantil se mantiene en sus obras actuales, exhibidas con éxito en galerías de Berlín y Barcelona.
Se dice desde el derrumbe del Muro de Berlín, cuando Francis Fukuyama anunciaba “el fin de la Historia”, que transitamos una época llamada “posmodernidad”. Y se dice también que “el arte de la posmodernidad es el patchwork (collage)”, ya que a consecuencia de ese final de la Historia, no queda nada por inventar, y sólo es posible combinar lo ya existente creando una nueva forma a partir del ensamble de esas piezas de lo concebido previamente.
María del Mar Monty transgrede esos límites, aun cuando parece acatarlos por la técnica elegida. En realidad, el collage, en ella, es un subterfugio para convertir el arte digital en analógico. En tiempos donde todo está informatizado, Monty reproduce la lógica de los pixeles de computadora con recortes de páginas de revistas pegados a mano con boligoma. Una sencillez al servicio del arte con mayúsculas que recuerda la obra de la dibujante Griselda Álvarez, autora de extraordinarias piezas artísticas resueltas con marcadores Sylvapen sobre hojas rayadas de cuaderno. Pero no sólo en los materiales la artista pinamarense transmite un mensaje esperanzador, también en las figuras que emergen en medio de las texturas, como un alegato visual en el que lo humano sigue dando testimonio de su Humanidad, atenazada por la abstracción de contextos, circunstancias y adversidades que atraviesan y esfuman diferencias culturales o geográficas y son comunes a todos los homo sapiens globalizados.

Hay una mezcla de asombro y juguetón sentido del humor en sus cuadros, como en una “joconda”, una jocosa Gioconda resuelta en forma de collage y que resulta una mezcla de sosías del legendario personaje de dibujos animados Betty Boop con un solapado autorretrato de la autora, titulado “La sonrisa imposible”. La obra de Monty es profundamente esperanzadora, y merece visualización en tiempos difíciles como los actuales, a través de su página web www.mariamonty.com. Sus collages son un reflejo desde el arte visual de la posibilidad de transformar una banal nota de revista dominical en la mirada desgarrada de una persona de carne y hueso luchando con sus demonios. Una transformación alentadora que sintetiza en una imagen, pero desata múltiples interpretaciones (“me gusta que el espectador pueda entender de muchas maneras lo que ve, a diferencia de la figuración o la fotografía, donde el artista casi que impone un discurso único. Prefiero que se transmita la posibilidad de encontrar algo más que lo que se percibe a simple vista”, dice la artista en una invitación a indagar más allá de lo aparente en todos los órdenes de la vida, sobre todo en lo público y mediático). Un arte que recuerda un sabio concepto del dramaturgo y líder político checo Vaclàv Havel: “Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, más allá del resultado”.