miércoles, 13 de enero de 2016

La sonrisa posible




La artista plástica argentina María Del Mar Monty deslumbra al público europeo con sus collages en los que combina texturas abstractas con imágenes muy humanas y conmovedoras


“Creo que mi estilo creativo está íntimamente relacionado con la posibilidad de transformación, de mejorar.  El arte es eso, tomar la realidad y modificarla desde una creación donde la belleza a su vez logre conmover y transformar al espectador”, dice María Del Mar Monty, una consagrada artista plástica nacida hace 40 años en Pinamar, que desde hace varios años reside en el simétrico paisaje del elegante balneario de Brighton, al sur de Inglaterra. A los 12 años, comenzó a improvisar sus primeros collages en su casa emplazada en el centro de la aldea de mar, y esa reminiscencia de la mirada infantil se mantiene en sus obras actuales, exhibidas con éxito en galerías de Berlín y Barcelona.
Se dice desde el derrumbe del Muro de Berlín, cuando Francis Fukuyama anunciaba “el fin de la Historia”, que transitamos una época llamada “posmodernidad”. Y se dice también que “el arte de la posmodernidad es el patchwork (collage)”, ya que a consecuencia de ese final de la Historia, no queda nada por inventar, y sólo es posible combinar lo ya existente creando una nueva forma a partir del ensamble de esas piezas de lo concebido previamente.
María del Mar Monty transgrede esos límites, aun cuando parece acatarlos por la técnica elegida. En realidad, el collage, en ella, es un subterfugio para convertir el arte digital en analógico. En tiempos donde todo está informatizado, Monty reproduce la lógica de los pixeles de computadora con recortes de páginas de revistas pegados a mano con boligoma. Una sencillez al servicio del arte con mayúsculas que recuerda la obra de la dibujante Griselda Álvarez, autora de extraordinarias piezas artísticas resueltas con marcadores Sylvapen sobre hojas rayadas de cuaderno. Pero no sólo en los materiales la artista pinamarense transmite un mensaje esperanzador, también en las figuras que emergen en medio de las texturas, como un alegato visual en el que lo humano sigue dando testimonio de su Humanidad, atenazada por la abstracción de contextos, circunstancias y adversidades que atraviesan y esfuman diferencias culturales o geográficas y son comunes a todos los homo sapiens globalizados.

Hay una mezcla de asombro y juguetón sentido del humor en sus cuadros, como en una “joconda”, una jocosa Gioconda resuelta en forma de collage y que resulta una mezcla de sosías del legendario personaje de dibujos animados Betty Boop con un solapado autorretrato de la autora, titulado “La sonrisa imposible”. La obra de Monty es profundamente esperanzadora, y merece visualización en tiempos difíciles como los actuales, a través de su página web www.mariamonty.com. Sus collages son un reflejo desde el arte visual de la posibilidad de transformar una banal nota de revista dominical en la mirada desgarrada de una persona de carne y hueso luchando con sus demonios. Una transformación alentadora que sintetiza en una imagen, pero desata múltiples interpretaciones (“me gusta que el espectador pueda entender de muchas maneras lo que ve, a diferencia de la figuración o la fotografía, donde el artista casi que impone un discurso único. Prefiero que se transmita la posibilidad de encontrar algo más que lo que se percibe a simple vista”, dice la artista en una invitación a indagar más allá de lo aparente en todos los órdenes de la vida, sobre todo en lo público y mediático). Un arte que recuerda un sabio concepto del dramaturgo y líder político checo Vaclàv Havel: “Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, más allá del resultado”. 

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