La artista plástica colombiana Luisa Fernanda Penagos
Vergara aporta una obra donde prima la sencillez, la belleza, el impacto de lo
femenino. Las mujeres son su tema de “naturaleza viva”, en un estilo de arte tan
impactante y conmovedor como de fácil apreciación y disfrute.
“He viajado buena parte de mi vida por
distintas partes de Colombia e incluso estuve una semana en Buenos
Aires-Argentina (en el 2013). Encuentro gran placer en conocer otros relieves,
vagar por las calles de los pueblitos –si su clima es fresco, tanto mejor–,
pero lo que más disfruto es caminar hacia las afueras, donde ya no hay mucha
gente, donde los sonidos del agua, los pájaros, el viento zarandeando las ramas
de los árboles y las conversaciones entre grillos y cigarras me llevan a otras
épocas y otros paisajes donde fui, sin saberlo, feliz”, cuenta Luisa Fernanda
Penagos Vergara, joven artista plástica colombiana (39 años), dotada de un
impactante talento plasmado en su estilo muy personal y a la vez universal, una
especie de “pop-mágico”, donde los colores estridentes, el arte digital, y las
formas modernas, casi de comic o animé, conservan un acento caribeño y
latinoamericano, como si se tratara de viñetas de Macondo, la aldea surrealista
soñada por su compatriota García Márquez.
Ella vive en Villavicencio, a la que define,
por contraste, como “una ciudad caliente, desordenada, insegura, ruidosa, no
hay sitios donde pueda sentirme a gusto, a excepción de la guarida donde me
refugio del afuera amenazante y ensordecedor. Villavicencio nació como un
caserío donde pernoctaban ganaderos y comerciantes y todavía es paso obligado
desde el centro del país hacia los llanos. Queda en el piedemonte, zona donde
los Andes Orientales se metamorfosean en llanuras; no es una cosa ni la otra y
creo que esta circunstancia justifica su ambigüedad: no es pueblo y no es
ciudad, no es invivible pero tampoco agradable, hace calor pero no ventea, el
clima es húmedo y a veces infernal, la
gente no se siente llanera ni del interior. Villavo –como se la conoce
comúnmente– es una ciudad donde vive gente de todas partes del país, quizás
tiene más forasteros que Villavicences.
Está a dos horas teóricas de Bogotá, la grande y caótica capital, lo cual
tarde o temprano la convertirá en un barrio más de esa urbe monstruosa y
voraz”, profetiza.
“Lo primero que recuerdo de mi acercamiento a
la expresión plástica tiene que ver con el dibujo. Desde muy pequeña me
gustaban las tareas donde había que transferir las ilustraciones de las
cartillas al cuaderno. Disfrutaba echar colores, hacer mapas y crear cortas
historietas en hojitas cuadriculadas. Al mismo tiempo, era una enamorada de la
arcilla –más que de la plastilina, la cual estaba casi fuera de alcance por su
escasez, mientras que la noble greda
la encontraba pasando la calle–; armaba vajillas en arcilla e intentaba
cocinarlas al sol o en el fogón de la estufa, hacía figuritas animales y
humanas, me pintaba la cara y los brazos con arcillas de diferentes colores:
blancas, grises, rojas, castañas, amarillas, las cuales nacían a la orilla de
un pequeño riachuelo. Más adelante, en la secundaria, tuve la oportunidad de
aprender sobre conceptos y técnicas básicas de arte: dibujo, círculo cromático,
pintura, manejo de sombras, perspectiva, modelado, talla y escultura”, recuerda
aquella inocencia.
“Los conocimientos y experiencias adquiridos
durante la carrera de Diseño Industrial me han sido muy útiles para probar
diferentes conceptos y aplicarlos al dibujo. Si bien mi trabajo no es muy
apegado a la teoría, es innegable que el ojo desarrolla en el diseño de objetos
ciertas tendencias y aptitudes. Algunos principios de composición y conceptos
de diseño los tengo en cuenta al estudiar las fotografías sobre las cuales hago
los dibujos, aunque ya entrando en líneas olvido muchas cosas que sería quizás
importante considerar. Desarrollé algunos trabajos con planos, exploraciones
previas al ingreso al color, con el cual todavía soy bastante tímida. Tal vez
por el manejo de software gráfico, necesario en diseño, me siento más cómoda
editando y agregando planos de colores sobre dibujos vectorizados. De esto han
surgido algunas ilustraciones digitales hechas de manera bastante artesanal,
también un par de vídeos musicales que pueden encontrar en youtube”.
El genial arquitecto brasileño Niermayer,
decía que la perfección estaba en las curvas y no en las rectas, porque las
curvas recordaban los morros de Río de Janeiro y las formas de las cariocas.
Penagos Vergara investiga lo curvo, lo femenino, como una aproximación a lo
vital: “El universo femenino predomina en mis trabajos aunque su esencia es más
bien el erotismo, entendido como la fuerza atrayente y misteriosa latente en
las figuras desnudas (un amigo me preguntaba que si yo nunca pintaría
naturalezas muertas, a lo cual contesté que acaso lo haría, pero aparecería por
ahí alguna manzanita semidesnuda). El cuerpo de la mujer, su configuración, su
cabello, sus redondeces, expresan más plenamente o de un modo más contundente esa
atmósfera sensual y enigmática. Basado en este concepto edité y publiqué un
libro –impreso por encargo en el año 2010, disponible en versión digital en http://lufepever.wix.com/lfpenagosart–
llamado Cuerpo de Mujer, en el cual
recopilé algunos de mis dibujos a tinta y otros en lápiz”.
“Siendo este universo femenino un espacio
infinito en conceptos e imaginarios, he intentado plasmar diversas
representaciones. Las más cotidianas: mujeres sentadas, acostadas,
entronizadas, en posturas sugerentes, captadas mientras leen o escriben o
simplemente pensativas. Ilustraciones sobre danza entre mujeres –algunas
basadas en pasos de tango–; ilustraciones en ecolines –posteriormente
digitalizadas y editadas– sobre momentos trascendentales para la mujer tales
como el parto-nacimiento, el enamoramiento, el encuentro con la energía
primordial que surge del contacto con la Naturaleza, la metamorfosis
influenciada por la Luna. En planos de colores negro y/o rojo realicé los Portales, una serie de dibujos donde la
mujer se encuentra en proceso de transición a un nuevo mundo, en búsqueda de
nuevas posibilidades y de protección bajo el manto de la Gran Madre”, comenta.
Sobre la potencia de lo femenino, reflexiona:
“Si bien el erotismo es un aspecto dulce y seductor asociado a la mujer, hay
también en el cuerpo femenino una potencia que, sorprendentemente, lo hace demasiado
vulnerable en una cultura construida sobre principios donde la tradición, la
fuerza, la violencia en sus diversas expresiones y la agresividad priman en
casi todos los aspectos de la vida, desde las cuestiones más prosaicas hasta
las más significativas. Hago referencia a la capacidad de albergar un nuevo ser
en su vientre y traerlo al mundo”.
“De esta temática del embarazo y el parto
realicé una serie denominada Maternidades.
Son tres dibujos en lápices de color y tinta china en los cuales se aborda la
maternidad, no desde el punto de vista tradicional –como una bendición, una
ventaja, un deseo femenino irreprimible–, sino como una experiencia traumática,
dolorosa y esclavizante –tanto durante el embarazo, como durante el resto de la
existencia a lo largo de la cual el hijo se convierte en un yugo, una pesada
carga que difícilmente se podrá endosar a un tercero–, que no todas las mujeres
desean vivir. Sobre el dudoso altar del instinto
materno son sacrificadas y se sacrifican voluntariamente millones de
mujeres, quienes nunca saben a ciencia cierta por qué o por quién asumen esta
experiencia vital, la cual se considera de obligatorio cumplimiento por el
simple hecho de ser mujer”.
Muerte
taurina, o el “Guernica” del femicidio
Así como Picasso pintó en 1937 su “Guernica”,
una obra desgarradora sobre el bombardeo de una aldea vasca por parte de la
aviación franquista apoyada por la Luftwafe de Hitler durante la Guerra Civil
española, Penagos Vergara concibió un potente ícono de denuncia hacia los
abusos de género y la violencia en todas sus formas, que publicó en su cuenta
de Twitter en coincidencia con las manifestaciones mundiales contra la
violencia hacia la mujer.
“Muerte taurina” hace parte
de una serie de dibujos que se refieren a las heridas que sufre la mujer, sea
por sí misma o, más comúnmente, por causa de otros. Al igual que sucede con el
toro durante las corridas –animal que acude a su cita con la muerte sin saberlo
aunque quizás sospechándolo–, la mujer puede verse atrapada en
espacios-situaciones en los cuales está expuesta a ser utilizada como juguete
de entretenimiento masculino, a ser objeto de demostración del poder y la
fuerza del hombre, a convertirse en trofeo o víctima propiciatoria. Como pasa
con el noble animal, el cual es
instigado hasta la desesperación haciendo uso de los métodos más crueles
para ponerlo en condiciones de ofrecer una buena faena, a la mujer también le son
aplicadas diferentes formas de tortura –de forma abierta o solapada–para
amoldarla y convertirla en un títere adecuado al espectáculo del machismo. La
depresión, la irritabilidad, el nerviosismo, la locura: diferentes manifestaciones
del mismo mal. Cuando una mujer ha sido despojada paulatinamente de su
equilibrio interno mediante la repetición de palabras, gestos y/o actos que la
limitan y degradan por su condición de
mujer, ésta puede mostrar comportamientos agresivos, desproporcionados o
delirantes, los cuales se usan como justificación para la violencia masculina”,
explica la autora.
“La mujer es moldeada con un rol
socio-cultural anexo a su condición biológica: es mujer, por lo tanto debe ser,
hacer y pensar de cierta manera, propia de su género. Si bien hay muchas
mujeres que no se ciñen a estos prejuicios, lo logran con gran dificultad ya
que la cotidianidad está plena de situaciones en las cuales se niega a la
mujer: se le niega la palabra, la razón, el sentimiento, la acción, la
autonomía, la decisión. En “Muerte taurina” hay una mujer
enclaustrada en un apretado marco, un marco que determina su postura y que
limita sus movimientos. Es el marco socio-cultural, a partir del cual se
construye un entorno que mutila y una conciencia que juzga, critica y
reprocha. La mujer no debe hablar
abiertamente sobre lo que le pasa o lo que siente o solo puede hacerlo en
secreta reunión con otras mujeres, no debe expresar su pensamiento sobre lo que
considera que está mal o que puede y debería ser cambiado. La mujer tiene que
callarse y seguir actuando como si todo estuviera bien”, comenta.
Prosigue su reflexión: “Hay un modo correcto de ser mujer, según el cual la
sumisión y la inseguridad acerca del propio valor y la propia capacidad deben
configurar el criterio sobre el cual construir la vida. La mujer se desangra en
aras de alcanzar el más alto grado de corrección –y por tanto de aprobación–, y
desempeña su rol aunque lo odie, aunque no se identifique con éste, aunque le
suponga una minusvalía frente a la fuerza y el poder masculino, el cual suele abusar
de los privilegios que le ofrece este mismo marco socio-cultural. De modo
semejante a lo que sucede con el toro de lidia, este abuso concluye en
múltiples ocasiones con la tortura física y la muerte de la mujer”.Aunque es universal, Penagos Vergara encuentra
particularidades regionales en el fenómeno: “En los países Latinoamericanos, la
mayoría de mujeres a lo largo de varias generaciones, han sido adiestradas
–tanto al interior de la familia como en
las instituciones educativas– para considerar adecuado y tolerar por parte de
los hombres desde conductas acosadoras y agresivas hasta actos físicos
violentos. Estos comportamientos misóginos pueden provenir de su padre,
hermanos, parejas o hijos o de cualquier hombre con quien entre en relación,
desde el conductor de bus hasta el jefe para el cual trabaja. En ocasiones son
las mismas madres quienes inculcan a sus hijas que los hombres son superiores a
ellas, que deben respetarlos aunque no lo merezcan, obedecerles aunque no
tengan la razón y servirles de diferentes modos (lavarles la ropa, organizarles
el cuarto, hacerles la comida, acceder a tener relaciones sexuales aunque estén
indispuestas, etc.).En esto colabora mucho el catolicismo y el cristianismo de
todas las especies, los cuales usan algunos versículos de la Biblia para
justificar y patrocinar diversas formas de
machismo en el hombre y de sumisión en la mujer. Al mismo tiempo los
hombres son educados desde temprana edad sobre la ventaja que tienen sobre las
mujeres y la manera de sacarle provecho.
Sobre estos prejuicios se construyen las relaciones familiares, laborales,
sociales y de pareja. De ahí que sea un fenómeno corriente el maltrato hacia la
mujer y que el femicidio se presente como el desenlace obvio a una larga cadena
de agresiones de todo tipo.“Muerte taurina” busca
conjugar en una sencilla escena el estereotipo de la femineidad–con su encanto,
su suavidad, sus atributos y accesorios–,y la manera dolorosa y brutal como
experimenta la
mujer este ideal que le roba la voz, la voluntad, y la posibilidad de acción.
Sergio, es un gran honor hacer parte de tu blog y poder conocer tu apreciación sobre mi trabajo artístico.
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